Crónica de cómo nace una nueva ilusión

  Lluvia, lluvia, lluvia y más lluvia. Argentina jugaba en el debut de las Eliminatorias con Chile y como buen iluso no me lo quería perder.

  Me subí al 28 en Liniers, donde el chofer me avisó que no se podía pagar con Tarjeta, sólo con monedas. Sin siquiera diez centavos en el bolsillo, me volví para bajarme del bondi en busca de cambio. Un grupo de muchacho, todos en camino a la cancha me subieron de vuelta sin darle mucho derecho a réplica al chofer y me regalaron un pasaje gratuito del oeste a Núñez.

 Los cantos se hicieron presentes y la alegría pese a la tormenta alrededor empezó a contagiarse en el colectivo. El viaje era largo y, con el bondi lleno de gente, era repetitivo y contagioso el “volveremo´ a ser Campeones/ Como en el 86”. Repetitivo, contagioso y triste para quienes en estos años no pudo evitar ilusionarse con los goles de Bati y Crespo, las gambetas de Ortega y Tevez o el superofensivo equipo de Bielsa. Y más aún para los matemáticos, que nos muestran 25 años de sequía mundialista.

 La esperanza se renueva otra vez y ahí estamos, sobre la autopista, ya abajo del 28. El olor a choripán anuncia que el estadio está cerca. En la calle todo es celeste y blanco. Sobre los hombros de su padre viaja un chico que, por la edad, parecía estar yendo a su primer partido.

  Adentro de la cancha un grupo de chicas no paraban de gritar a Higuain. Todos sus gritos, todo el tiempo, iban hacia él.  Como al si tuvieran la bola de cristal.

  El equipo salió a la cancha y el “Messi, Messi” que se escuchó de cortina invitó a pensar que ya a nadie le importaba el 0-4 de Alemania o la Copa América. Todas la energías ya están en el 2014.

  Tres de Higuain y uno de Messi hicieron del Monumental una fiesta y llenaron de alegría un estadio que hacía rato sólo veía malas.

  Las eliminatorias arrancaron con un contundente 4-1 contra los trasandinos y la gente volvió a su casa con la alegría renovada.